Testimonio Ceremonia de Ayahuasca por Ignacio Miauro
01 de noviembre de 2014 – Viaje trascendental
Luego de una semana de rigurosa dieta, acompañada de su correspondiente meditación a lo largo de los días, finalmente llega el día donde voy a realizar mi segunda toma de ayahuasca. Como antes de la ceremonia participe en una meditación musical e intensa, no tuve tiempo para charlar con quien nos traería el brebaje. Este hombre vino con un porte tranquilo, y una mirada de paz. Venía de alguien que supongo que era su mujer. Don Lucho era quien iba a introducirnos en el viaje que nos esperaba. Acompañándolos estaban Jorge y Silvia, aquellos que le permitieron el espacio a un grupo de adultos para participar de esta ceremonia.
Estando todos posicionados con nuestras respectivas bolsas de dormir y botellas de agua, Jorge nos dio unos últimos consejos y reflexiones para la travesía. Acto seguido, uno por uno fuimos levantándonos y acercándonos a Don Lucho, quien nos entregaba con respeto nuestra correspondiente dosis de la planta. Terminada la ronda, él se levantó y empezó a soplarnos tabaco a cada uno, en cierta forma abriendo las puertas del templo que es nuestro cuerpo para que la planta pueda fluir y conectarse con nuestro cuerpo, mente y espíritu.
Terminado esto, las luces se apagan y nos sumimos en la oscuridad. Relajado por la meditación, me acuesto a descansar mientras espero a que la planta actúe.
Aproximadamente 15 minutos después, luces empezaron a brotar dentro de mis párpados, flotando y volando alrededor mío. Era consciente de cada una de ellas, y empezaban a llenar mi cuerpo de energía. Mientras tanto, Don Lucho empezaba a recitar cantos de Perú para acompañarnos. Me dejé llevar, lo dejé fluir y finalmente los cantos guiaron las visiones. Las luces aumentaron en cantidad, cada una expandiéndose segundo a segundo, como si de fractales se tratase.
Las luces fueron transformándose en mosaicos y vitrós de todos los colores, los cuales iban formando un túnel, cual agujero de gusano. Lo más hermoso de aquello era que, al no estar sellado el túnel, podía ver entre las paredes como este extendía delante mío y en todas direcciones. Los mosaicos giraban e iban cambiando constantemente, pero mantenían la forma del túnel. Mientras tanto, algo o alguien me guiaba a través de ese lugar, y yo le entregaba mi ser para que me mostrara lo que quisiera.
Una vez llegado al final, me encuentro en un cuarto eternamente expansivo, luces apareciendo y sumándose al cuarto. El universo en su máximo esplendor. Y en ese momento me llegó un mensaje.
«El universo es un ente eternamente cambiante y expansivo. Cada persona es un universo.»
A lo largo de esto, las visiones y sentimientos fluían por mi cuerpo, causando que me estremezca la energía que iba cargándose en todas partes de mi ser. Estaba más vivo que nunca, eufórico.
«Llévame, estoy listo. Es el momento», le susurro a la planta, acostado en el cuarto con los demás. Un escalofrío empieza a recorrer mi espalda, a la vez que veo algo a la distancia que viene volando en círculos, como si se tratara de una cinta verde y blanca siendo llevada por el viento. A medida que se acercaba, pude determinar bien qué era eso que se aproximaba, mientras sentía como la tensión subía. Un dragón oriental, de colores verde, blanco y violeta, con una gracia e imponencia jamás vista. Cuanto más se acercaba, mayor era la tensión en mi cuerpo, la cual iba subiendo hacia mi cabeza. En cuanto llega enfrente mío, pasa por encima mío, sobrevolandome. En eso, una descarga de energía me estremece, pero la tensión se esfuma.
En ese entonces, me dedico a sentir y a extender mi alma por la vastedad de ese espacio infinito, donde las luces bailan alrededor mío como aborígenes bailando alrededor de una fogata. Hipnotizante, encantador, espiritual.
De repente, una dulce voz empieza a cantar una hermosa canción cristiana que me remonta a mi infancia. Un canto armónico, suave y lleno de amor. Y en ese momento, las palabras vuelven a mí. Un torrente de palabras fluyen hacia mi mente, recordándome la letra de la canción, sintiéndola en todo el cuerpo hasta finalmente salir desde lo profundo de mis cuerdas vocales. Entonces, me invadió el mensaje que impartía esa canción.
«El amor es un regalo humilde, pero que nos llena a todos y nos hace disfrutar de la vida.»
Y así mi cuerpo fue invadido por cantidades infinitas de amor y dicha. Aquella hermosa voz era un regalo divino en este hermoso universo que se alimenta a base de amor e instinto. Y fui feliz, acompañado por aquel majestuoso canto. Cuando ese canto terminó, mi cuerpo seguía irradiando amor y felicidad. Me dejé llevar por el resto de los cantos de Don Lucho, Jorge y Jacqui (la dueña de esa hermosa voz), mientras se iban turnando.
Luego de un rato, uno de los cantos del chamán me guió hacia energías ajenas a mí, gente que estaba conmigo en ese momento, gente que ya habían partido a mejor vida. Una visión se me presenta ante mí, y veo a mis dos difuntos abuelos sentados en paz esperando para recibirme. Los salude, los acepte y les demostré mi amor hacia ellos, y entendí que no estamos tan lejos de los difuntos. Estamos atados al cuerpo mediante los sentidos y la mente, pero luego el alma será libre.
Otra ráfaga de amor me invadió en todo el cuerpo, mientras lloraba de alegría. Deseaba morir, explotar en amor. Quería impartir todo mi cariño hacia todas esas fuentes ajenas a mí, reflejarlas. Y eso me llevó a otra reflexión.
«Esta energía que me llena es la de otros, como si fuera un astro recibiendo las luces de la estrella que era cada uno, y reflejándolas en todas direcciones.» Y me sentí conectado con todo el universo, fui uno con el universo.
Finalmente, me dejé llevar por la alegría, enfocando y disfrutando de las sensaciones que mi cuerpo sentía. En ese momento, ofrecen una segunda dosis para todos. En el pico de mi felicidad, me levanto torpemente y pido agradecido otra toma. Más tarde, vuelvo a sentarme en mi lugar, para disfrutar de mi dicha, pero esta vez en un porte más relajado y en paz.
Al rato, las visiones se potencian nuevamente, y los fractales vuelven a aparecer en el universo infinito. Sin embargo, en ese entonces mi cuerpo me pide purificar, y las visiones empiezan a temblar alrededor mío. En ese momento, vomité en el balde que tenía a mi disposición. La sensación, sin embargo, fue como expulsar un demonio de las profundidades de mi ser. Cada arcada causaba que mi cuerpo convulsionara violentamente, mientras expulsaba todo lo de adentro. Y seguí teniendo esas arcadas a pesar de no tener nada más que vomitar por unos minutos más. A pesar de todo, después pude volver a estar en paz, y mi cuerpo se limitó a descansar. Mientras tanto, mi mente y espíritu iban relajándose alrededor de las luces casi paternales. Al rato, el más profundo sueño me invadió.
Un par de horas después, Jorge se me acercó y me sopló tabaco encima, para luego recitarme un canto sanador. Podía dar por cerrada la ceremonia. Mi cuerpo estaba en paz, lleno de dicha y amor, lo cual me acompaño en el resto de mi descanso.
A la mañana siguiente, un desayuno sano y nutritivo nos esperaba. Cada uno de los presentes relató sus experiencias durante la comida, para finalmente marchar a sus casas.
En contraste con mi toma anterior, la cual fue muy tranquila pero reveladora, esta reforzó un mensaje que hace un tiempo llevaba presente, el primer mensaje que me dio la primera toma. Y me llevo este mensaje de amor y dicha para compartir con el resto del mundo.
Gracias a la gente de Urkumanta por el hermoso espacio, la oportunidad de participar de hermosa ceremonia, y por cuidarnos y guiarnos hacia el descubrimiento de uno mismo. Gracias a los cantos divinos y dulces que me guiaron hacia el amor. Y gracias a todos, por amar. Amense los unos a los otros, es lo que nos mantiene vivos. Amen a sus padres, a sus amigos, a sus parejas, a su entorno y por sobretodo a uno mismo.
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